LOS DANZANTES EN PAMPLONA

En Pamplona, al igual que en Estella, Tudela o Viana, ciudades que destacan por su afición a la danza y los gastos municipales consiguientes, los primeros maestros de danza aparecen en la segunda mitad del siglo XVI. Sin embargo, localidades pequeñas como Bargota, Aras o Cabredo ya tenían sus danzantes en la última década de dicho siglo. En 1660, el Patronato de Muskilda, en Ochagavía, ya contaba también con sus danzantes y bobo, lo que nos habla claramente de esa eclosión simultánea citada en el apartado Historia de los Danzantes.

Danzantes Otsagavía

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(AGN 252581. Folio 11 recto)

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En Pamplona los danzantes empiezan tímidamente en 1556, para experimentar en las décadas siguientes un ascenso imparable y brillante. Fue precisamente en esta época, en 1591, cuando la fiesta religiosa de San Fermín  pasó, de forma muy contrarreformista, del 10 de octubre al 7 de julio, mezclándose con el bullicio de las ferias y los largos regocijos taurinos: devoción y diversión –más bien, desenfreno- hábilmente enmarañadas.

Extracto del proceso por incumplimiento de contrato del año 1593 contra un maestro de danza que debía preparar unas danzas para la Procesión del Corpus de Pamplona.

En la vieja ciudad episcopal y virreinal de Iruña dos eran las fechas de danzantes: primero el día del Corpus, siguiendo una de las  tradiciones eucarísticas más antiguas de Europa, y luego el día de San Fermín y algo menos el de San Fermín de septiembre. Por supuesto, eran ocasiones excepcionales de danza eventos extraordinarios como las canonizaciones, las inauguraciones de basílicas y capillas o los acontecimientos relacionados con la corona.

Danzantes de San Lorenzo en la procesión del Corpus Christi en Pamplona

 

Las cuadrillas de danzantes, ya en el siglo XVII, no solamente eran locales. Acudían a su vez a Pamplona de muy diversos puntos: de la Cuenca, destacando Tajonar, de Puente la Reina, Cirauqui, Estella, Arróniz, Sangüesa, de la Ribera (Cascante, Tudela, Fitero…), de la Rioja Baja (Cervera del Río Alhama, Arnedo, Alfaro y sobre todo de Igea de Cornago), del próximo Aragón (de Tarazona o Ejea de los Caballeros o del Jaquerri). El Regimiento pamplonés buscaba lo mejor para sus devociones, para sus ciudadanos y para su propio lucimiento.

Detalle del friso renacentista del palacio de Oriz, conservado hoy en el museo de Navarra. Se ve a los danzantes con perneras de cascabeles, acompañados por el txuntxunero.

(Arizmendi 1976. Ver Bibliografía)

A finales del XVII se produce un fenómeno muy interesante que incidió fuertemente en el mundo de los danzantes. En esos años aparecen los danzantes valencianos que rápidamente se hacen los dueños de la fiesta en toda la península. Con su extrema habilidad, su indumentaria, su destreza en los volteos y arquitecturas humanas ejercen una gran influencia en el resto, creando escuela y siendo requeridos en numerosas localidades, para, aparte de bailar, participar en espectáculos taurinos y de otra índole.

Esta pintura de Sáenz y Benito se conserva en el Ayuntamiento de Pamplona. Se retrata el estreno del palio en la procesión del Corpus de 1849. Para entonces, los danzantes habían desaparecido y tan solo dos Seises vestidos de ángeles (cuyos trajes se conservan aún, aunque en mal estado) son los encargados de bailar,  como se muestra. Es interesante ver que los portadores del palio a día de hoy visten con el atuendo azul y rojo que figura en el cuadro, y los concejales llevan, igualmente, frac. (Redín, 1987: 222 Ver Bibliografia)

En la Pamplona festejante del XVIII la variedad de danzantes forasteros y locales disminuye considerablemente. Los que más actúan son los valencianos –dos o tres cuadrillas-, los de Bargota, los de Aoiz y muy poco más. Los valencianos estuvieron  en Pamplona hasta 1792. Posteriormente desde la Guerra de la Convención (1793-1795) hasta la de la Independencia (1808-1814) sólo aparecen los “danzantes valencianos de Aoiz”. Y  ya después, absolutamente NADA.