clic para cerrar foto

 

 

 

 

clic para cerrar foto

 

clic para cerrar foto

clic para cerrar foto

 

clic para cerrar foto

 

clic para cerrar foto

clic para cerrar foto

clic para cerrar foto

clic para cerrar foto

clic para cerrar foto

clic para cerrar foto

clic para cerrar foto

clic para cerrar foto

clic para cerrar foto

clic para cerrar foto

clic para cerrar foto

clic para cerrar foto

clic para cerrar foto

 

clic para cerrar foto

 

 

 

clic para cerrar foto

 

 

clic para cerrar foto

 

 

 

clic para cerrar foto

clic para cerrar foto

clic para cerrar foto

clic para cerrar foto

 

clic para cerrar foto

 

 

clic para cerrar foto

 

 

 

clic para cerrar foto

 

clic para cerrar foto

 

 

 

clic para cerrar foto

 

 

clic para cerrar foto

 

 

clic para cerrar foto

 

 

clic para cerrar foto

clic para cerrar foto

clic para cerrar foto

clic para cerrar foto

clic para cerrar foto

 

 

clic para cerrar foto

 

 

 

clic para cerrar foto

 

 

clic para cerrar foto

 

 

 

clic para cerrar foto

 

 

 

clic para cerrar foto

clic para cerrar foto

 

 

 

clic para cerrar foto

EL DANZANTE

Danzante por delante

Danzante por detrás

Los danzantes han sido siempre hombres. Esto no es obstáculo para que en su vestimenta usen faldas más o menos largas, sayas, delantales, puntillas, lazos en los brazos o en las muñecas, cintas multicolores y femeninas en la espalda, pañuelos igualmente de mujer, mantones (los de Costantim o Laguna de Negrillos)  o incluso joyas y collares, adoptando una fisonomía bizarra y difícil de comprender. Todas estas prendas y adornos femeninos tampoco son incompatibles con ese carácter sacerdotal del danzante mediante el cual la cuadrilla de danzantes se acerca y se postra ante la divinidad protectora. Los danzantes representan a todo el grupo ante la deidad local. Así pues, en el danzante están depositados los dos sexos, o sea, toda la población.  

Blanco y rojo es una combinación sagrada antiquísima; blanco de pureza, rojo de sacrificio. Es la combinación que vemos en los danzantes de espadas del grabado del Corpus sevillano de 1747, en Guipúzcoa, etc. Las ricas telas de brocado, sedas o damascos, con sabor a liturgia vieja, forman con frecuencia parte de este vestuario. A su vez, las gambadas de cascabeles, con su campanilleo metálico, o los escapularios nos hablan claramente de protección. La banda o bandas terciadas nos llevan al perfil militar de estas danzas pírricas. En las bandas predomina el rojo (en Graus o Laguardia por ejemplo); el rojo con el azul o verde también (en Oñate o Peñíscola). Estamos hablando ya de enfrentamiento.

 

 

Danzante de San Lorenzo

Los nueve pares de çapatos aparecen con cierta frecuencia en los gastos municipales, lo que nos da idea de la importancia del calzado, seguramente muy bien adornado. El número nueve no existe en los danzantes; es ocho más uno. Las cuadrillas que han conservado con mayor grado de integridad su indumentaria suelen presentar tocados vistosos y, no hace falta decirlo, atemporales: “kaskas” y mitras con flores (Valverde de los Arroyos o Majaelrayo) y espejo defensivo, sombreros aristocráticos con cintas de colores, gorras peculiares, claveles frescos o ramos de albahaca sujetos con el pañuelo de cabeza, prenda muy utilizada por los danzantes navarros y aragoneses (Cortes, Tudela, Ablitas, Tauste, Huesca etc.). En definitiva, el danzante no se viste; se reviste. A veces hay que ayudarle. El danzante nunca se disfraza.

Fue habitual el uso de máscaras, (como los Danzantes de Michoacán en Méjico) lo que nos manda al danzante comediante. Existía el mascarero, el tendero que alquilaba cascabeles, trajes y máscaras a las comparsas de danzantes. Algunos danzantes prestaban o alquilaban sus trajes a los de las localidades vecinas.

Traje de vísperas de Majaelrayo http://www.danzantesmajaelrayo.com

Los palos de la danza, al igual que los broqueles, los sables o los arcos, son sagrados. Con ellos se oficia la danza, la burruca, como escribía el maestro Iztueta en 1824 (Ver Bibliografia) hablando de las memorables danzas de Guipúzcoa. Los palos deben estar siempre bien pulidos y pintados, con sus cordones y borlas para sujetarlos a las muñecas. A finales del siglo XVI ya aparecen en Pamplona gastos por pintar los palos y los broquelillos. En lugares puntuales se ha conservado el detalle de manifestar el luto del danzante, sustituyendo, por ejemplo, su faja roja y la de su compañero de formación por la faja negra o danzando con los palos pintados de negro. Del mismo modo se ha conservado el traje de víspera, llevando sólo los cascabeles o algún elemento característico del traje de gala sobre la vestimenta habitual o sobre una indumentaria festiva  siempre más sencilla que la del día de la fiesta.

 

 

Los danzantes, como decíamos, han sido siempre hombres. Bien niños, bien mozos o quintos que a través de la danza cumplen con un rito iniciático de su vida. Pueden ser una cuadrilla de hombres ágiles, resistentes y graciosos, con una gran vitalidad, o unos hombres ya maduros que se resisten a dejar el prestigio de su puesto en la danza a un hijo, un hermano o incluso a un nieto. Esta entrega de los palos o el sable o de algún elemento íntimo del traje resulta siempre emocionante.

En Fuentelcésped son los niños los que bailan (http://www.fuentelcesped.com)

Hay danzantes que salen en la danza, con mayor o menor habilidad, por una promesa o por ser del barrio, de la cofradía, del gremio, de la parroquia o incluso de una determinada familia. Y por último, hay una edad del danzante que en otro tiempo ha tenido gran importancia y hoy está prácticamente olvidada. Es el maisu zarra, como todavía dicen en la ezpatadantza de Arretxinaga; son los veteranos, los viejos maestros, los que acudían con su venerable sabiduría a los ensayos para aconsejar, corregir y seleccionar a los de la nueva hornada.


En algunas cuadrillas de danzantes la madurez es una virtud. Estos son los de Grijota en Palencia, antes de 1930
(Caro Baroja 1986: 12
Ver Bibliografia)

Existieron también cuadrillas de danzantes que iban de un lado para otro haciendo periplos más o menos largos a lo largo del estío festivo, cobrando bien. En realidad los danzantes has sido siempre bien remunerados. La gente les ha querido mucho y los ha necesitado, no como espectáculo, sino como mediadores y protectores de sus vidas, expuestas a tantas adversidades. Dentro del complejo y poliédrico mundo de la danza, los danzantes han sido los únicos remunerados. Ni siquiera la noble y solemne ezpatadantza ha cobrado un real.

La danza de los danzantes no es un espectáculo. Aunque no hubiera espectadores se celebraría con la misma espectacularidad. Toda danza es una necesidad vital que parte de lo más íntimo de la comunidad festejante.

Indumentaria del Danzante de San Lorenzo

Detalles de la indumentaria de los Danzantes de San Lorenzo

Viste camisa y calzón blanco, sobre el cual va una falda del mismo tejido y color. La falda es, como hemos dicho, un atuendo común entre los danzantes; la podemos encontrar en Oñate, Laguna de Negrillos, Fuentelcésped, Constantim (Portugal), Susticacán (Méjico) y un largo etcétera. Las alpargatas son blancas también, aunque éstas estan decoradas con diferentes motivos dorados o de colores. El negro de las medias contrasta con lo blanco del resto del atuendo. A la cintura lleva faja roja ancha, y del mismo color son las cintas atadas en los brazos y la banda que cruza el torso. Lleva zapas de cascabeles en las espinillas, complemento muy habitual y visible en Ochagavía, Lesaka, los Morris ingleses y hasta en los danzantes americanos, como por ejemplo los de Coyoacán en Méjico. Cubre su cabello con un pañuelo estampado, sobre el cual se coloca el característico sombrero, elemento que a un toque señorial al danzante. Este complemento lo encontramos también en los danzantes de Degaña en Asturias o en los de Cisneros en Palencia, por ejemplo. Bajo la banda y protegiendo pecho y espalda, pende un escapulario con motivos religiosos; nos vienen a la mente como ejemplos, el de los ezpatadantzaris de Lesaka o el de los danzantes de Almudévar. Un llamativo detalle de la decoración del danzante son las joyas doradas que porta en la banda, cintura, sombrero o a modo de pendiente.

El danzante utiliza diferentes herramientas en sus danzas. Las castañuelas acompañan a la melodía y al danzante durante el pasacalles, pero, aparte de eso, el sable y el broquel, los palos y el arco foman parte del utillaje necesario, que aporta variedad al repertorio.